jueves, 19 de enero de 2017

Dentro de ti


Lo que les presento a continuación es un caso extremo, profundamente aleccionador. Ana Paula, una joven de 27 años recibe una llamada de su madre quien muy angustiada le pide que se vaya al hospital central porque su papá está muy mal herido. Ana no entiende nada pero su mamá le cuelga. Llama a su hermana y ésta última le dice que va camino al hospital, que allá se ven, que tampoco sabe más.
Al llegar al congestionado hospital preguntan por su padre, a lo que le responden con la mala noticia de que el señor acababa de fallecer producto de varios impactos de bala que le habían propinado para robarle su vehículo. La madre estaba sentada junto a una puerta, esperando que le dieran la orden para retirar el cuerpo.

Tras la muerte del señor, la madre de Ana Paula quedó muy agobiada, triste, deprimida. Se le veía llorar mucho, no se alimentaba bien, no dormía casi y pronto comenzó a enfermarse. Sus hijas la llevaron a médicos de diferentes especialidades, pero nada, a la señora no se le detectaba nada extraño, por lo que adjudicaron todo a la tristeza por la pérdida de su esposo. Un psiquiatra la trataba con medicación y terapia, sin obtener resultado alguno, la señora no se reponía.

De vez en cuando las hermanas conversaban sobre su papá. El señor había sido un padre cariñoso con ellas, más no así un buen esposo. Le había sido infiel a su mamá en varias ocasiones, la maltrataba verbal y físicamente, viajaba con sus amantes y no con ella, etc. por lo que en cierta manera les parecía extraño aquel sufrimiento tan fuerte de su madre, cuando la situación podía tener para ella otro perfil más liberador. En fin, aceptaron su manera de llevar el dolor, ya agotadas de buscar tantos recursos para ayudarla.


Los meses pasaban uno tras otro. Ana y su hermana en sus rutinas, mientras su madre continuaba postrada en casa. La señora lucía realmente mal. Estaba demacrada, delgada en extremo, casi no hablaba, mucho menos sonreía. Para su sorpresa, una mañana se levantó muy temprano, se bañó y les preparó desayuno. Cuando las hermanas terminaron de desayunar les dijo: Por favor llévenme a la policía, voy a entregarme, yo mandé a matar a su papá. Lo que vino tras esa confesión, no tenía precedente alguno en sufrimiento para esas muchachas. Eso sucedió hace cuatro años, la señora está presa pagando su condena.

El punto que les quiero tratar con esta historia es que debemos aprender a amarnos a nosotras mismas por encima de cualquier cosa en el mundo. No podemos permitir que nada, ni nadie pase sobre nosotras porque eso genera consecuencias de todo tipo. Una persona que tiene traumas, que es maltratada o siente algún problema dentro de sí, debe buscar ayuda. Las cosas no se resuelven solas, es necesario el apoyo de los seres queridos además del tratamiento con un profesional. La mamá de Ana Paula vivía sufriendo en silencio. Lo único que se le ocurrió fue buscar una salida externa  (y extrema además) para acabar con su sufrimiento, pero esa salida, lejos de ayudarla, la llevó a acabar prácticamente con su vida. La culpa la estaba matando.

No esperemos que sea demasiado tarde para resolver una situación. El maltrato, las infidelidades, el sentirse ignorado dentro de una relación son temas muy comunes. El problema no está en el transgresor, el problema está en quien lo permite. Por eso hay que revisar la individualidad y amarse, amarse mucho.

Hay infinitas alternativas de terapia, desde un psicólogo, psiquiatra, hipnosis, constelaciones familiares, terapias holísticas, y pare usted de contar. Lo importante es no quedarse en los problemas. Hay que sacar todo lo malo que haya por dentro para poder estar bien. Ante un inconveniente de crianza, agresiones de cualquier tipo, pedofilia, divorcios, abandono, cualquiera que sea el tema que les aflija, busquen ayuda. El apoyo es sanador en sí mismo.

La única manera que ha encontrado Ana Paula para perdonar a su mamá por arrebatarle la vida a su papá, es mirarla con compasión tratando de entenderla. El expediente psiquiátrico de la señora contiene historias de pedofilia, maltrato y abandono de sus padres. Esos temas nunca los habló con sus hermanas, tías, amigas o con sus propias hijas. Por el contrario, permaneció callada hasta entrar en la cárcel y comenzar a ser tratada nuevamente por un especialista.

La hermana de Ana Paula no la perdona, no desea ni verla, lo que la convierte en otra historia que queda sin cerrar y que tal vez en un futuro tenga consecuencias. ¿Qué vida tuvo esa señora? ¿Qué vida tiene ahora? Tal vez seguirá una terapia, tal vez ya ha sanado, pero perdió la libertad para disfrutar de sus hijas, y lo más triste, perdió la oportunidad de vivir.

No te aísles, no estás sola,
no eres anormal por tener problemas. 
Habla a tiempo, sana y ¡vive!




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