jueves, 9 de febrero de 2017


La otra parte de la historia

Este texto lo envió Miranda desde Guatemala:


Hola Mari, quiero compartir esa historia, es muy personal y es algo que me sucede a mí. A pesar de que es algo que no quiero comentar con nadie, creo que hay dos mensajes importantes que rescatar: Reconocer y terminar las relaciones tóxicas y hacer ver cómo una infidelidad no necesariamente siempre va a tocar al engañado en cuestión. En mi caso fui yo la que sufrió todas las consecuencias:


Me dijo: "¿sabes qué? estoy en una relación seria y por ahora esto no va a cambiar". "¿Por ahora?, ¡por siempre!", repliqué yo. "Por ahora me refiero a nosotros dos, porque estamos juntos por los momentos" terminó la frase y fue así como sentí que las arenas movedizas por las cual caminaba hace seis meses me terminaron de tragar.

Me encuentro hoy en tal vez unas de las depresiones más profundas por las que he pasado. Me siento totalmente vacía, además del hecho de que ya de por sí era una mala relación por iniciar desde el engaño a otra persona, resultó ser una relación que sacó lo peor de mí: inseguridad, culpa, ansiedad, tristeza, ira, etc.


¿Cómo es que una persona inteligente, bonita, con unos valores morales muy fuertes, que además se encontraba en uno de sus mejores momentos, se permite caer en esto? 

Era mi amigo, pero inclusive en esa condición de amistad ya se asomaba lo tóxico que resultaba a veces para mí. En cierto tiempo nos dejamos de hablar. Me alejé de él porque su comportamiento difería de mi concepto de amigo. Si el hacía alguna acción que me hiciera sentir mal, la del problema era yo que me tomaba todo "muy en serio". 

Pero regresó a mi vida, esta vez con más intensidad, hablábamos siempre, en el trabajo, fuera de horario del trabajo, me decía cosas bonitas, me invitaba a salir. Yo aunque nunca le correspondía, tampoco hice nada para parar las largas conversaciones ni evitar los encuentros "casuales". Seguimos así un buen tiempo. Sabía que se traía algo más que una amistad. Me acostumbré a su atención. Qué nocivo fue para mí mantenerme tanto tiempo emocionalmente hermética, tal como una liga en tensión. Fui cediendo sin darme cuenta.

Finalmente me enfrentó, me dijo que yo le gustaba, que quería salir conmigo. Yo aún en ese momento mostraba resistencia, me ofendí por siquiera atreverse a decirme eso sabiendo que él tenía una pareja. A partir de ese punto comenzó un juego de palabras y manipulaciones que me llevaron al día de hoy.



Todo pasó muy rápido a partir de ese momento, la primera salida fuera del trabajo, el primer beso, el primer momento de deseo, la primera vez que estuvimos juntos… Cuando estaba con él me iba a un mundo paralelo. Me volví dependiente de su atención, de su contacto, del placer que me causaba.

No pasó ni un mes cuando los cuestionamientos internos se empezaron a asomar. El evidentemente es otra persona el día de hoy. No existe una palabra de cariño, no existe un detalle, las llamadas se acabaron, el tiempo para mí ya no lo tiene (tengo compromisos, estoy complicado, etc), inclusive las largas conversaciones por mensajes terminaron.

Me siento en una gran tristeza. Más que perdonarlo a él, siento que no me puedo perdonar a mí. No me reconozco, me siento desconectada de mi ser interno. Nunca hubiera imaginado que me prestaría para esta situación, de hecho hace un año si me pedían opinión del tema, hubiera juzgado fuertemente a la mujer que se prestara a esto.

No soy inocente, no soy mala, no soy una persona que tuvo algún día intención de dañar a alguien o acabar una relación. Soy una persona mortal que en el fondo solo busca compañía y amor. No lo conseguí, me quedé vacía y cambié para siempre. Fin. 

Esta es una confesión sensata que delata una posición socialmente muy juzgada, por no decir, castigada. Esas personas a las que suelen llamar "la mala, la bicha, la prostituta, la roba maridos, la tipa esa, etc.", muchas veces no es en realidad la mala de la película. Es una persona normal que busca ser querida y se deja envolver por engaños, promesas o supuestos tiempos de espera que nunca se cumplen. Aplaudo la valentía de Miranda al mostrarnos ese lado poco observado. Todos somos humanos. En ocasiones nos equivocamos, nos convertimos en transgresores. Lo importante es reconocer y aprender de esos errores. Eso nos hace grandes personas.